María la gitana (1908)
A diferencia de la mayoría de las esculturas de la serie de los Bustos de la raza, donde Julio Antonio no quería representar a ningún individuo en concreto, con María la gitana, querida que fue del Pernales rompe esta tendencia para representar un personaje muy particular.
María era una mujer de raza gitana que fue amante de un famoso bandolero andaluz. Julio Antonio conoció a María y, según le explicó ella misma, se sentía orgullosa de su amante, que era perseguido por la Guardia Civil por robar a los ricos y dárselo a los pobres.
La escultura representa a una mujer de mediana edad hasta la cintura; es el único busto que Julio Antonio representa donde podemos observar las manos del personaje, un elemento significativo, ya que le permite sujetar con dos dedos de la mano derecha y sobre su pecho una medalla que posiblemente le regaló su amado.
Su frente, recorrida por arrugas marcadas, se enmarca en un sencillo peinado con dos peinetas a los lados y un lazo que le recoge el cabello a la espalda.
Es importante destacar la forma como Julio Antonio ha tratado la expresión de su rostro. María no mira hacia el frente con los ojos abiertos; los tiene entreabiertos y su mirada se dirige a la izquierda, y a su vez sus labios dejan escapar una tímida sonrisa que nos puede recordar a la de la Gioconda de Leonardo da Vinci. En conjunto, su expresión denota un cierto recelo mientras muestra con orgullo su medalla.
Julio Antonio ha ornamentado esta escultura, pero sin hacerlo profusamente: podemos observar en ella pendientes, pulseras en el brazo derecho y unos cuantos anillos en las dos manos. Le cubre la espalda un mantón de una decoración floral muy sutil, que remata en la parte inferior con unos flecos que recaen sobre sus brazos. Una franja recorre la base de la escultura, donde se lee la inscripción “María la gitana, querida que fue del Pernales”.
Inscrita dentro de un triángulo, esta composición será utilizada por el escultor en otras obras, pero esta es la primera vez que lo experimenta.