Exposición Temporal
Joan Abelló, la col·lecció convidada
14/11/2023 - 25/02/2024
Una serie de exposiciones celebran este 2023 el centenario del nacimiento del pintor y coleccionista Joan Abelló i Prat. Nacido en Mollet del Vallès, sus inicios como pintor vinieron fuertemente marcados por la fascinación que sintió por la obra de Joaquim Mir y por los cuadros que había pintado en su estancia en esta localidad. Con poco más de veinte años, Abelló pasó a formarse en el taller de Pere Pruna, a quien siempre agradeció su formación humanística. De su mano, el 12 de junio de 1946, traspasó las puertas de la casa del pintor y coleccionista Carles Pellicer, en el paseo de Gràcia de Barcelona. No se separó hasta que Pellicer murió, en 1959. Aquellos años vividos con él marcarían para siempre su pasión por el coleccionismo y el placer por las tertulias, una manera de entender y vivir el arte que va proyectar, después, en su casa de Mollet.
La extraordinaria calidad de la colección que Abelló dio a su ciudad natal se puede visitar habitualmente en su casa-museo de Mollet y en las salas permanentes del Museu Abelló. La colección la conforman más de 10.000 obras, sobre todo de arte catalán del siglo XIX y XX, pero también tallas barrocas, indumentaria, mobiliario, vidrio, porcelanas, arte asiático y africano, así como un fondo fotográfico y un fondo musical de referencia. En 1996, Joan Abelló hizo una primera donación al municipio y, en 1999, se inauguró el Museu Abelló. En 2001 abrió al público la Casa del Pintor, un universo laberíntico que explica sus pasiones como coleccionista y como pintor, sus relaciones artísticas y su amor por los viajes. En 2006, Abelló completó su donación a la ciudad de Mollet. Además de reunir una de las colecciones más destacables del Modernismo, del artista Manolo Hugué y del grupo Dau al Set, su museo permite adentrarse por los grandes nombres del arte catalán como Dalí, Tàpies, Brossa, Picasso, Casas, Mir, Fortuny, Sorolla, Nonell, Rebull, Smith, Guinovart, Ponç o Cuixart, entre otros muchos.
Hoy, con motivo de la celebración del Año Abelló, parte de su colección y su pintura se despliegan en diferentes puntos de la geografía catalana para dialogar con obras de los fondos de otros museos. En cada sitio, una complicidad. Una forma de adentrarse en la personalidad desbordante de Joan Abelló y en la red de relaciones que trenzó con artistas de su tiempo. De pasear por su vocación de pintor y por su pasión coleccionista. Porque sin una no podemos entender la otra.
Joan Abelló tenía 24 años cuando conoció al pintor y coleccionista Carles Pellicer, en la primavera de 1946. Él, 81. Y no le dejó hasta que murió, en enero de 1959. En Pellicer, ya todo lo que aprendió a su lado, quiso dedicar el libro La hora del té. Publicado en 1961, la escritura poética de Joan Abelló revive los encuentros semanales que había realizado Pellicer en su piso del paseo de Gràcia, número 4, de Barcelona, y que él, todavía pudo celebrar. Por aquellas salas llenas de obras de arte y de antigüedades habían desfilado los grandes nombres de la burguesía barcelonesa y del mundo del arte y del espectáculo, de 1900. Enric Granados, su querido amigo Apel·les Maestros o Maria Barrientos fueron especialmente queridos por Pellicer. Al morir, Joan Abelló heredó algunas obras, muebles, vestidos, objetos y manuscritos que permiten revivir, junto con La hora del té, aquellos encuentros semanales que tanto le había evocado el maestro.
De Enric Granados destacan las tres partituras originales de Las tonadillas, que Pellicer conservó y que quiso que Abelló, gran amante de la música, tuviera en la colección y en el museo que ya había empezado a soñar. Se trata de El mirar de la maja, Callejeo y Amor y odio –esta compuesta en el mismo estudio de Pellicer–, dedicadas a Maria Barrientos. También se conserva en el fondo, el manuscrito que Gabriel Miró, gran amigo suyo, le dedicó al morir el compositor: Los huérfanos de Granados. Y en el importante conjunto de manuscritos de Apel·les Mestres, sobresalen también los poemas musicados por Enric Granados Picarol, Gaziel y Follet.
La admiración por Enric Granados, tanto por parte de Pellicer como de Abelló, tiene, en el proyecto de Julio Antonio, uno de los artistas queridos del Museo de Arte de Tarragona, el mejor de los escenarios para abrir ventana a la colección del Museo Abelló. Conmovido por la trágica muerte del compositor, Julio Antonio empezó a trabajar en 1918 en un monumento que le honorara. En colaboración con el dibujante Moya del Pino, ideó un conjunto monumental, del que se conservan unos dibujos y unos yesos. Allí estaba trabajando cuando murió en febrero de 1919.